Lo dicho: México es el país carlyleano por excelencia. El 1 de enero de 1994, justo en el instante en que México parecía haber traspasado el umbral hacia el futuro, la voz armada del pasado recoge en Chiapas el mensaje remoto de fray Bartolomé de las Casas, y toma la iniciativa para decir que no, que hay cuentas pendientes con el México tradicional, campesino, atrasado, indígena. Surgen nuevos caudillos encabezando una vez más a las masas con mensajes de redención en este mundo. Algunos de ellos son, como Hidalgo y Morelos, sacerdotes insurgentes. ¿Rehusaran el poder? ¿Destruirán o serán destruidos? ¿Asistimos al hundimiento definitivo del orden político que fundaron Benito Juárez y Porfirio Díaz y que el siglo XX continúo? ¿Vive México la hora matinal de una nueva guerra civil o el doloroso anuncio de un parto democrático? ¿Se reconciliaran por fin nuestros pasados divergentes? En la lucha de hoy encontramos ecos sorprendentes de aquel siglo de caudillos, el siglo XIX. La misma tensión política y religiosa entre sus caudillos y las masas indígenas; el mismo, paradójico destino de muchos hombres en el poder. La sagrada escritura de la historia mexicana sigue abierta: ¿la escribimos o nos escribe?
Esto lo pude haber escrito el 10 de enero de 1994.
(aunque claro, en esa fecha tenia 10 añitos de edad)